Getsemaní: El imaginario sincretismo obscurece las raíces
"Encuentro mi raíz en las otras que por los siglos enseñan sus boscajes".
Iluminada tierra, Carmen Conde.
El desencantamiento propio de estos días nos empuja como consecuencia de los espíritus postmodernos, a un marasmo etéreo de sensaciones enajenadas, lo hiperreal atiborra resquicios corpóreos y extracorpóreos, el sentimiento efímero consolida lo marcesible que podemos llegar a ser enraizados en la maraña cultural.
Así mismo, el desconocimiento de nuestras historia y pasado revolotea en espiral sobre el alfeizar de los ojos en especial en una ciudad como Cartagena tan mística y extraña, que posee lugares tan elocuentes que se hacen imposibles de narrar.
Es precisamente en este lugar, donde yace Getsemaní. Este barrio popular ubicado en la zona histórica de la ciudad es considerada por algunos, la tesis de la resistencia afro-caribe, el barrio más tradicional de la heroica, por siglos ha permanecido intacto en comparación a los suburbios locales que poco tienen de esencia barrial. Sabias son las palabras de Julio Cortázar al decir que “hay lugares en esta vida que deben permanecer intactos por los siglos”, eso es Getsemaní, un pedazo de tierra esbelta rodeada de arreboles incandescentes y abrazada por la efervescencia producida por los ruidos del mar.
Por estos días se escucha en Getsemaní el rumor de la invasión que ya se vivió en otros sectores históricos como el centro y san diego, lugares donde hoy no hay ni sombra de los habitantes que adornaban las calles en cada fiesta, hoy por hoy solo quedan restos fantasmales donde boutiques y locales por el estilo predominan, de hecho, en manos del distrito se encuentran dos megaproyectos hoteleros, según el IPCC (Instituto de patrimonio y cultura de Cartagena), cerca están de aprobar las concesiones a estos opulentos elefantes blancos que tienen la intención de modificar la esencia “getsemanisense”. Donde es común encontrar una tienda de tablillas, ahora esperan construir un resort.
Pero hay voces que no se acallan. Frente a esta posibilidad hay quienes ya se han dispuesto a impedir que sea profanado este mágico y ancestral templo de la cultura cartagenera. En palabras de doña Mirna: “Quieren acabar con Getsemaní”, los vende barrio, como les dicen, desaforadamente intentan corromper los baluartes sagrados que florecen allí, en el secreto mejor guardado de Cartagena. Según el poeta Pedro Blas julio, Este barrio, donde se gestó el grito de independencia merece morir en paz, así tal cual como le conocemos. Son muchos los chambaculeros que aseguran que la única forma en que los sacaran de su tierra será en un cajón.
Desde siempre este rincón amurallado ha sido sagrado, la cultura negra y sus conjugaciones radican exaservadas allí, las danzas y tambores africanos elevando las pasiones retumban en las venas de los ancestros que aún quedan en pie. Por tanto, que unos ruiseñores se aparezcan ofreciendo plata a diestra y siniestra por estos lares parece descabellado, excusas como que la construcción de sitios de lujo darán a este nido de esencias suprasensoriales, progreso y desarrollo son falsas, pues si el progreso acaba con las costumbres y memorias de un colectivo folclórico, ¿es realmente esto progreso?
En este barrio existe un apego ontológico por el rancho, el afrecho de coco y el aserrín de las casas, el código cultural, aun se percibe en torno a su nombre, eso sí, atrás han quedado las vibraciones cósmicas que producían los tambores tocados por los negros en las calles angostas, pero aún sigue siendo Ella, como si se le pudiera decir “Ella” a un barrio, porque Getsemaní tiene forma y aspecto de mujer, delicada, impropia, salvaje y erótica.