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Domingo 1 de mayo de 2016

Se ha repetido la historia, la lucha social proletaria ha caído en el fracaso anual que contempla la realización de una marcha que no suma ni resta, que poco produce, poco causa, solo recuerda; recuerda que estamos jodidos, rejodidos, o al menos eso diría Galeano.


Hoy cientos de Colombianos salieron a las calles a promulgar el ritual sagrado de cada año, reclamar fervientemente por el salario, las excesivas horas laborales, la injusticia, el desempleo, los fantasmas de una revolución que nunca paró -la industrial convertida ahora en tecnológica-, por PROPILCO, UBER y muchas más compañías que sustituyen la mano de obra local por una foránea o por aplicativos móviles. Básicamente, se juntan todos los males en un día que carece de peso absoluto. Ya las manifestaciones no erizan la piel y ni siquiera cosquillas han de producirle a los señores feudales y terratenientes que tanto se ven por aquí.


Por otra parte, los problemas en torno a esta situación no solo se quedan en el plano de la inconformidad y la indignación, sino que trascienden a cuestiones mas complejas como la tasa inflacionaria, tasa que se ubica entre las más altas de la historia económica Nacional, con un 7,5%, en consecuencia, no es de extrañar que la tasa de desempleo tenga hasta la fecha un porcentaje del 10,1%, que comparado con el anterior periodo, registra un alza del 1,2%, y si a eso le sumamos que la tasa de interés ha subido desproporcionalmente en el ultimo tiempo hasta llegar al 7%, estamos hablando entonces de una ecuación que resta para los colombianos, y suma, como era de esperarse, para el acaudalado empresario y/o dirigente político.


Ahora bien, uno podría llegar a custionarse sobre los elementos que viran al rededor de toda esta vacilación de intereses y preguntarse: ¿Que de malo tiene el salario mínimo? La respuesta para ello se encuentra en cualquier esquina, en cualquier barrio marginal y periférico, en cualquier sitio del vasto y ancho territorio colombiano.


Para resolver este cuestionamiento acudiremos a una de las muchas voces, que son en realidad, las más calificadas para hablar del tema de la economía, las amas de casa. Doña Argenida quien vive en Cartagena de Indias, nos cuenta que lleva más de 35 años dedicada a la empresa del hogar, sin remuneración alguna y trabajando bajo excesivos horarios. En esta oportunidad ella ha decidido mostrarnos sus cuentas, cuentas que de seguro se parecen a las de muchos de los habitantes de esta tierra de canallas. Las cuentas son las siguientes: Arriendo de una caja de fósforos llamada apartamento con dos piezas, una cocina y un baño $350.000, transportes para 4 personas -quienes constituyen el hogar de Argenida, su marido y sus tres hijos- $320.000, un mercadito que a duras penas alcanza para llegar a fin de mes $350.000, servicios públicos que son mas quejas que servicio $60.000, y si es que acaso alcanza para unos perritos calientes y una gaseosita $30.000, a eso le llamaremos recreación. En total la cifras son descabelladas si las comparamos con el todopoderoso mínimo, con la magnanimidad que los padres de la patria ofrecen al pueblucho que manejan. Si el caso para los colombianos fuese igual que el de Argenida, necesitarían en promedio $1.110.000 pesos para subsistir, gracias al destino los hijos de esta entregada ama de casa van a una escuelita pública de esas que tanto abundan, y así, se ahorra una platíca.


Visto lo anterior, las conclusiones que se originan alrededor de toda esta retahíla, orbitan sobre un lugar común, lugar de alienación y plusvalía, donde las garantías para ejercer un trabajo decente se encuentran reducidas a cifras infames, donde solo el 0.33% de la población puede ganarse entre 7 y 13 millones de pesos mensuales, mientras la otra parte -la gran mayoría- que equivale al 55% de la misma, subsiste con un pirrico salario que no alcanza para nada. No obstante, la otra conclusión es la de una batalla perdida, la de un evento que se ha vuelto costumbre y ya poco importa, la de una marcha sin sentido, la del recuerdo que indigna pero poco acciona, la de la guerra librada por "los nadie, los ninguno, los que valen menos que la bala que los mata".


Fuente: El Heraldo.com.co


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