Un maleante filosofico en Cartagena
Después de una larga noche de esas donde el calor y el insomnio te instan a buscar la mejor manera de vivir en un sistema social antagónico, donde las diferencias tanto económicas y de pensamiento son tan distantes que parecen irreconciliables, y luego de haber dudado una vez más del futuro de un proceso de paz donde no se discute sí se sigue o no con el constante bombardeo a mis paisanos, sino más bien quien cede el poder para dar paso a nuevas ideologías, mientras que los partidos tradicionales ven disminuir su poderío en nuestra querida tierra, tomé una taza de café y me asomé a la ventana en busca de aire puro y luz natural al mismo tiempo que me alistaba, anhelando escuchar un poco más fuerte la canción de Carlos Vives donde poéticamente estaba plasmada mi Cartagena, en un par de prosas que me hacían alejar de esta cruda realidad donde uno fácilmente se sumerge, realidad que desde lejos se muestra bella, mientras que nosotros, los que nadamos sobre sus lágrimas, sabemos que tiene muchos demonios que aquellos mártires difuntos, en nuestros tiempos, ya habrían exorcizado.
Mientras veía el panorama me asombré de que los Cartageneros, han olvidado orar por la purificación de su alma rumbera a la Virgen del Carmen que está en lo más alto de la Popa, por mucho que se han visto obligados a rogar por justicia a políticos corruptos, la llegada de sabiduría celestial a los “mesías” del pueblo nunca llega, y allá en las inmediaciones más profundas del gobierno se burlan de un pueblo esclavo, al tiempo que lo saquean a través de huecos fiscales que producen obras tan inútiles como el Túnel de Crespo.
No obstante, aquí también hay quienes ruegan al cielo por los niños que con sus bailes vulgares, reflejan el libertinaje que tanto se defiende hoy, y que no es más que la expresión de la falta de valores cívicos y morales, se pide además, bendición por las crías que las niñas de dieciséis años dejan al ICBF, dejándose llevar por las pasiones juveniles, como quien cree que la vida es fácil y que con el título de bachiller, que pocas alcanzan, les será suficiente para afrontar el camino que viene, asimismo, por la protección de aquellos que tienen miedo de salir de sus casas por miedo a que un par de jóvenes, quienes deberían estar siendo educados con los más altos estándares de calidad o estar dedicando su tiempo a las artes o al deporte, les roben sus pertenencias sin ningún tipo de misericordia. Por eso no se extraña que hay quienes sin el menor de los ánimos por seguir viviendo en el corralito de piedra, van por ahí con ganas de "encerderlos a pata", como muchas veces he sido testigo desde el cuadro marcado de mi ventana. Ahí donde también he visto llorar a Cartagena, como diría Oscar D’ Leon: “Sin nadie que la consuele”, y también he escuchado de su gozo con la visita de Vergara, y otros más que se llevan su sonrisa y su sabor, mientras que la dejan con el mismo dolor de antes, dolor que los pañuelos de agua tibia que sus dirigentes ponen con su retorica barata, no llegan a alivianar.
Además, vi a lo lejos sus muros, aunque ya parecían casi inexistentes, porque como me avisó una maría mulata que se posó frente a la casa, nos podemos inundar.
Y así, desde este pobre barrio 9 de Abril, percibiendo el olor psicodélico que provenía de la casa de los vecinos y pensando en mi vieja que no tenía que comer. Tomé una decisión que consideré la mejor de todas. Saldría a buscar el pan y el pescado para ella y para mis hermanos, porque mis amigos de la calle me enseñaron que para gastarme 11 años estudiando en colegios con infraestructura en mal estado, para después conseguir un empleo con dificultad, y que luego tuviera que pagar altos impuestos de los cuales unos pocos hombres se aprovecharían, me era más fácil tomar mi punzón y salir a robar al garete en compañía de mi Diosito en las calles de una dama esquizofrénica.
