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Maestros vs Alumnos, ¿Una cuestión de héroes y villanos?

Cuatro paredes, un tablero relleno de punta a punta con fórmulas que no entiendo, una clase de algo que no me gusta, un maestro y yo, su alumno. Este es mi paisaje de la mañana y espero que acabe pronto antes de que, habiendo impetuosamente tratado de asimilar tanto conocimiento absurdo, pierda la cordura. A mi izquierda, mientras estoy sentado en mi asiento apoyando los codos sobre mi cuaderno en blanco, está el, mirándome fijamente.


¿Qué pensará? ¿Qué pasará por esa mente llena de números, formulas y trivialidades? Seguro piensa que soy incapaz de realizar este ejercicio sobre el trinomio cuadrado perfecto. Pero ¿saben qué? Al diablo con esto, no seré un licenciado en matemáticas, ni física y mucho menos química. Visualizo a mí alrededor y veo que no soy la única con un dilema sobre esta temática. Este maestro debería acercarse, responder preguntas o por lo menos plantarse frente a ese tablero y explicar una y otra vez hasta que pueda entender. Él sabe perfectamente que nadie entiende, lo sé porque muchos se han acercado y solo se ha limitado a negar con la cabeza y pronunciar palabras ininteligibles.

¡Se supone que debería hacer su trabajo!- pensé. Sin embargo mi boca pensó por mí. El maestro se levantó de su asiento a mi izquierda y dirigiéndose a mí dijo:

-¿A quién te estás refiriendo? - dijo fingiendo estar ofendido.


-A usted - dije con valentía. Sabía que me estaba metiendo en un problema lo bastante grande pero ya estaba adentro.


-¿Cree usted que no hago lo mío? ¿Con que argumentos? - respondió dándome la impresión de que, al parecer, él tampoco quería dar su brazo a torcer.


-Hace más de una hora estamos tratando de adivinar como se realiza ese ejercicio que nos ha planteado y que al parecer no tiene solución. - escupí sin pudor alguno, sin embargo no me esperaba un silencio tan inescrutable de su parte.


Este se dirigió al tablero y antes de poder decir nada se apartó y dejo a la vista el ejercicio planteado y su respuesta debajo de este. Sin más dijo:


-¿Recuerdan la semana ya pasada que les plantee y replantee un ejercicio con esta similitud? Pues solo he cambiado los números, los signos son iguales y la formula nunca cambia. Nuestro maestro no mentía. El problema no eran sus métodos, su carácter tan pesado o los ejercicio que nos colocaba de tarea; el problema éramos nosotros, era yo. Mientras el preparaba su clase, nosotros pensábamos en terminar los planes para el fin de semana; mientras el buscaba nuevas formas para hacer lo que he considerado imposible yo estaba renegando de su trabajo y he limitado a mi mente a un simple “no puedo”.


Bien me lo había dicho mi padre, debí estudiar más, debí indagar y esforzarme por aprender. ¡Pero cuanto me he demorado en asimilar esto! Mientras mi subconsciente atentaba contra mí, aquel maestro había abandonado el aula y con ello había renunciado a nosotros como atleta que abandona la carrera a la mitad del camino.

Entonces me dije, puede que no asumiera mi papel de estudiante como es debido pero él tampoco asumió el suyo como maestro; se ha ido, dejándome con una duda más grande que la de cómo se resuelve este problema: ahora no se ¿Quién es el héroe y quien es el villano?


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