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Ariel Valdéz y un sueño llamado Barrio Fino

"Estamos cansados de ver pasar un cajón tras otro" Ariel Valdéz líder de la agrupación musical Barrio Fino.

Las problemáticas sociales que afronta la Cartagena de hoy, constituyen el acervo histórico de un territorio profundamente polarizado por sectores que asumiendo una estrategia para el ascenso social, por cerca de dos siglos de desarrollo urbano, han temido, despojado, desconocido, desechado, subvalorado y proscrito a las comunidades afrodescendientes asentadas en las regiones periféricas de la ciudad, así lo señala el economista e investigador Alberto Avello Vives.


En Cartagena, el apartheid social ha generado como consecuencia directa, la proliferación cíclica de fenómenos sociales que han marcado especialmente, a los sectores donde la pobreza y el hambre son, paradójicamente, el pan de cada día.


En consecuencia, estos espacios se han desarrollado en función de dinámicas consecuentes con la exclusión y el abandono distrital. Tal es así, que "En el barrio no hay dios ni ley, en el barrio todos son la ley", así describe Ariel Valdéz Valdéz, la situación que se vive en los sectores populares de la Cartagena deprimida.


Ariel, el muchacho de 26 años que se cansó de la guerra de pandillas y la muerte de sus amigos en el popular barrio Pablo Sexto, hoy lidera a 37 adolescentes que integran la compañía musical Barrio Fino, quienes a través de la música y el baile pretenden rescatar de las drogas y el pandillismo a cientos de jóvenes en riesgo que solo esperan a que les llegue la hora, al mejor estilo de Braulio el templao'.


No obstante, este artista urbano a quien le conocen en el mundo artístico como Lírica Fina, no las ha tenido fácil. Desde muy joven comprendió que tendría que luchar contra las adversidades y las vicisitudes de la vida, si acaso quería volver realidad sus aspiraciones. Encontrar quien apoye su idea, ha sido de las labores más difíciles que ha realizado a su corta edad. A pesar de los escasos apoyos recibidos por organizaciones públicas y privadas, sigue creyendo firmemente que puede cambiar la percepción negativa que la mayoría tiene sobre los barrios marginales de la ciudad.

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De izquierda a derecha: Yovanny, Ariel y Daniel integrantes de Barrio Fino.


Valdéz, nunca para de sonreír, aun cuando las circunstancias de la vida se han volcado lanza en ristre sobre él, los límpidos dientes heredados de su madre siempre se imponen ante la adversidad. En su adolescencia recuerda haberle sacado más de una cana a su vieja Antonia Valdéz. Para entonces Antonia trabajaba en el barrio Crespo haciendo los quehaceres en una de esas casas espaciosas que suelen verse a menudo en la zona norte de la ciudad. En esa casa Ariel entendió de una vez por todas que el futuro de su vida no lo escribían las estadísticas, los comentarios de la gente, ni la calle.


La música por otra parte, le encontró justo a tiempo, le salvó la vida. El talento de este Cartagenero proviene de la cuna negra en América. En San Basilio de Palenque está el origen musical de este joven que al igual que sus ancestros, día a día contradice la absurda realidad hegemónica de la ciudad. Allá en palenque está su padre, el gran Justo Valdéz, reconocido por muchos como el padre de la champeta criolla. De allá, del primer pueblo libre de América, provienen su carisma, su música y sus sueños.


Una calle sin sangre. Ese es el mayor sueño de Valdéz Junior, quien cada día se despierta en las postrimerías de su barrio esperando a que la divina providencia redima a sus panas y les aleje de los vicios y los exculpe de la muerte.


Esta consigna la tienen bien claras Yovanny y Daniel, quienes decidieron no ser iguales a los demás y dejaron los problemas de la esquina a cambio de la música, sueño y pasión de estos jóvenes que hacen parte de Barrio Fino.


Así, esquivando los peligros del barrio y construyendo una Cartagena mejor, se la pasan Ariel y sus 37 compañeros inseparables, los mismos que a son de Rap y Champeta urbana le hacen frente a la guerra social en Cartagena.


Esta historia, tan visceral como sus actores, es el reflejo de una ciudad que nunca comprendió el verdadero significado de su historia. Que aplazó en los linderos del tiempo, una cita impostergable con su gente y sus habitantes. Que no atendió a las necesidades de su entorno y que al día de hoy ve como se le escapa frente a sus narices, la posibilidad de construir para todos, el barrio soñado, uno así como lo llama Ariel, uno distinto, uno más justo, uno que sea simplemente un Barrio Fino.


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