Algunos apuntes sobre lo que dejó el Hay Festival Cartagena 2018
En su edición número trece, el evento internacional que promueve la literatura, la música, entre otras manifestaciones de la cultura dentro de sus espacios, trajo consigo sorpresas y más de una cosa interesante.
Sobre los invitados
Fueron cerca de 150, los encargados de darle vida a la programación del Hay festival en Cartagena durante 4 días, en los que la conversación pululó al interior de diversas temáticas que iban desde el cultivo de la sensibilidad literaria, hasta teorías hollywoodescas de conspiración.
Las múltiples enseñanzas que se desprendieron a lo largo del Festival, fueron construyéndose en la medida que se fusionaban las experiencias de los personajes con el contenido temático. De Diego Erlán, Mariana Torres y Eduardo Plazas, aprendimos que el academicismo puro no sirve como medio para escribir, o al menos para escribir de tal modo que pueda llegar a palpar en pequeños y diminutos rasgueos, el alma de quien lee.
Con Carlo Fentrineli y Henrich Von Berenberg, comprendimos que leer en es sí mismo, un acto revolucionario. De la mano de Carolin Emcke, nos confrontamos con la sociedad violenta y radical en la que vivimos. Asimismo, como una manera de exorcizar nuestros propios demonios, la lírica prosa cantada de Cepeda nos arañó los tuétanos hasta dejarnos convencidos de que aún puede hacerse música que viene desde las entrañas.
Posteriormente, era el turno de la danza, y allí Fernando Montaño, oriundo de la Buenaventura anclada en las inmediaciones del pacifico como vertedero de toda la magia que se desprende a lo largo de su obra, hizo alucinar un teatro completo con una estética desconocida por estas latitudes, de la mano de una reveladora agrupación musical que lleva el nombre de Suricato.
Ya en las postrimerías del festival, fuimos sacudidos por la perspectiva anárquica y revolucionaria de Nadya Tolokno, al mismo tiempo que eramos consolados por la añoranza permanente, por la incesante violencia con la que autores como Sergio Gutierrez Negrón, escriben para salvaguardar la memoria de su territorio y por ende, de sí mismo. Luego la esperanza se convirtió en suspenso crónico y humor sátiro en compañía del controversial Luke Harding con su conspiracionismo, para ya dar paso, al que este imberbe escritor considera, fue el evento clausura del Hay Festival 2018.
Sobre la clausura
Sobre este ultimo evento, al que yo considero, fue el más determinante de todos, y por lo cual creo que merece un párrafo aparte, debo decir que fue refrescante, en la medida que disruptivamente se salió del esquema clásico y de temáticas un poco alejadas de estas tierras, para sentarse sobre una cuestión fundamental: El corronchismo.
Bajo la batuta de Juan Gossaín y Daniel Samper Pizano, fuimos testigos de una reivindicación histórica. En la noche del domingo 28 de enero, saldamos una deuda social con una palabra que había sido desde la década el 70, un sinónimo despectivo y peyorativo para quienes eran oriundos del Caribe colombiano. Sí, la palabra es corroncho.
Con la voz de Hernan Villa Ortega, autor de la particular canción vallenata que lleva por nombre El corroncho, descubrimos que es un orgullo ser eso, corroncho, porque su definición original, está ligada a la pureza del hombre campesino, ese que es como arroyos cristalinos, como ciénaga en verano, o como mejor lo define el mismísimo Gossaín, puro y autentico cagajón de burro.
Sobre el publico asistente
En la gran mayoría de eventos, encontrarse con un cartagenero de a pie era muy extraño, pese a que el Hay Festival se desarrolla en Cartagena desde hace larga data, aun no parece haberse arraigado dentro de la cultura popular, como un evento ponderante. Sobre esto especialmente yo tengo algunas presunciones o sospechas particulares.
Por consiguiente, el publico estuvo repartido entre extranjeros y visitantes de la capital de país en mayor medida. Estos parecen ser los más motivados a esta clase de eventos, o puede que me equivoque y en Cartagena ya no hayan negros y estemos empezando a hablar como bogotanos.
Sobre diatribas constructivas
Si una cosa está más clara en la realización de macro-eventos como este, es la marcada elitización y exclusión de estos espacios para los cartageneros del común, puesto que se han enmarcado ahora en el clásico canon turístico sobre el cual se ha construido la percepción del mundo sobre Cartagena.
Si bien el contenido programático del Hay Festival es fascinante, costear una boleta de 30 mil y hasta 40 mil pesos resulta imposible para un cartagenero, que además debe trasladarse desde muy lejos para ir al que parece ser el único escenario probable en Cartagena: el centro histórico. Porque entre otras cosas, la mayoría de boletas gratis se acaban como por arte de magia y luego aparecen revendidas a las afueras de los sitios donde se llevarán a cabo las actividades.
Además, lo más crucial de todo, es que en el Hay Festival se dejan fuera de conversación temas de suma importancia para la ciudad, como los múltiples flagelos que acaecen sobre esta, por lo que pasa el festival y aquí seguimos como siempre. Jodidos, rejodidos y más que jodidos.